miércoles, 11 de enero de 2012

Toño Herrera y Pili Fonseca | In Memoriam


Por Guillermo Mejía Correa

Pasado mañana se cumplirán cuatro años de la muerte del Cura Julio Sánchez, la cual produjo un importante efecto colateral en muchos de los egresados de la 5ª promoción del Emilio. En aquel enero de 2008, ya finalizadas las exequias del Cura, las escalinatas de San Juan de Ávila fueron escenario de una junta extraordinaria de viejos amigos. Julio Fernando Cala, Antonio Pretelt, Felipe Vergara y quien estas líneas escribe pactamos reunir al mayor número posible de amigos, al siguiente viernes, con el etílico pretexto de tomar una cerveza, pero con la inmensa curiosidad de volver a ver a tantos viejos compañeros, después de muchos años. La reunión fue un éxito, tanto que, aprovechando la frase que acuñara desde Panama nuestro compañero y financista Jaime de Gamboa y Gamboa, que decía, palabra más, palabra menos, “El Curita siempre haciendo milagros…esta vez ha logrado reunirnos luego de tantos años”, un cuarteto integrado por el perro Vergara, Camilo Bazzani, Santiago Sopó y otra vez yo, nos dimos a la tarea de hacerla realidad, y fundamos la logia secreta E-75.

De sesión en sesión, E-75 se convirtió en el mayor convite que haya presenciado nunca la BBC, casa matriz por vecindad y sede por fuerza de la logia. Ilustres miembros de la diáspora emilista en el exterior fueron las principales víctimas de nuestros homenajes, de los cuales recordamos con especial dolor (de la risa) los de Javier Mejía, Lin Yu (también denominado Camilo Muñoz Merizalde) y, por supuesto, las tres despedidas del por muchos años desaparecido, Antonio María Herrera de la Torre. Toño vino de Honduras por una semana, y su estadía se prolongó como por cuatro…y si les digo, hasta más.

Toda vez que la mayor virtud de los miembros de E-75 no es la puntualidad, la noche que volví a ver a Toño después de tantos años, tuve la fortuna de ser su interlocutor exclusivo por largo rato, y casi en sano juicio. Desconociendo la imperante cultura de la cebada en el círculo E-75, Toño inicialmente se aplicó un dry Martini. Para no desentonar, dejé de lado mi usual negra Chapinero Porter de BBC, y le pegué a un margarita. Las historias fluyeron de lado y lado, y descubrimos los recuerdos comunes de dos desconocidos, a la vez que actualizamos lo vivido. Una novedad placentera de la E-75 ha sido la rencontrar en nuestros compañeros a seres decididamente mejorados. La madurez, que llaman.

Luego de un mágico diálogo, los demás miembros de la E-75 fueron arribando uno a uno a BBC, sede principal de la logia. Como las mayorías mandan, migramos a cerveza, bebida de perfecto maridaje con las ya tradicionales empanaditas del gran hermano Santiago Sopó. La noche se llenó de anécdotas y recuerdos, hilarantes unos, otros un tanto nostálgico. Pero en E-75 no hay mucho espacio para la lágrima, y se privilegia la risa. Toño y yo compartimos entonces mesa con Camilo Bazzani, Bernardo Sicard, Hernán Orjuela y la segunda sorpresa de la noche, el maestro Jaime Montana, quien nos llevó originales suyos como presente de integración a la Logia.

Así transcurrió la reunión de bienvenida a Toño, que se suponía también era despedida. Pero qué equivocados estábamos, pues vendrían otras dos tenidas, y si por Toño hubiera sido, diez no hubieran bastado. El inesperado alargue de su estadía me brindó la oportunidad de conocer a Pili Fonseca, su linda y adorada esposa, quien en largas conversaciones telefónicas y por Facebook me expresaba su confianza en mi sensatez, y su profunda esperanza de que yo pudiera interceder para remitir a Honduras en el primer vuelo, a un Toño descarriado y amañado en su tierra natal. Confieso que no hice tanta fuerza porque Toño se marchara, como le prometí a Pili. Lo veía realmente contento, relajado, feliz. Tanto así que luego de la tercera despedida, cuando lo creía en Tegucigalpa, comencé a encontrarme a Toño en cercanías de mi oficina, la primera vez en un On The Run, luego caminando por la ciclorruta que uso a diario, y finalmente en cualquier rincón de la vecindad. Ya veía de lejos el sombrero de paño y ala ancha, y pensaba simplemente “Ah, ahí va Toño”. Cómo quisiera volver a ver su imagen hoy, aunque la verdad, cierro los ojos y lo logro.

Pablo Fajardo, Néstor Abella, Eduardo Gutiérrez, José Arturo Gómez, Jorge Franco, José María Gómez Pinilla, Jaime Sicard, Nicolás Montejo, y tal vez por la iluminación insuficiente de la terraza de BBC se me escapan un par de nombres, desfilaron en las siguientes reuniones, sumando versiones corregidas y aumentadas de las anécdotas ya narradas durante la primera reunión. El regocijo y la algarabía que se incrementan en BBC al entrar la noche de seguro me hubieran impedido hacer una semblanza del Antonio María Herrera de la Torre que me gocé en la barra, la primera noche ya descrita. Con algo de propiedad, pero sobre todo de memoria, cuento aquí lo que me quedó de esos primeros tragos, charladitos con la gracia y sencillez que caracterizaron a nuestro amigo en época reciente, incluido su sombrero, que llevaba para proteger los estragos causados por el inexorable paso del tiempo sobre su otrora voluminoso afro.

A Toño lo trajeron asuntos de trabajo, de los cuales me contó en detalle. Quería conseguir algún contrato, como una manera de retomar lazos perdidos con su país de origen, Colombia, y con la gente que dejó hace mucho tiempo, nosotros. Lo perdimos desde el día siguiente a nuestra graduación de bachilleres, cuando Toño recibió una oferta para ocupar un cargo menor en el servicio diplomático en Estados Unidos, desde el cual tuvo la oportunidad de capacitarse para cosas más grandes, como en efecto lo hizo.

El desarrollo profesional lo llevó a varios destinos, y finalmente lo sedujo la oportunidad de demostrar sus capacidades en las altas esferas del gobierno, en Honduras, donde se destacó pronto como un gran ejecutor, durante el gobierno de Roberto Micheletti, quien llegó a nombrarle Ministro de Estado de Honduras, pese a que Toño no ostentaba la nacionalidad hondureña.

Con la mayor sencillez, el ex ministro Herrera de la Torre se pudo volver a encontrar con todos los amigos de colegio que quisieron y pudieron asistir a las tenidas en su honor, donde en realidad el honor nos lo hizo él con su presencia cálida y la serenidad que produce entender que el poder es pasajero, mientras perennes son los sentimientos.

Antonio María finalmente se nos fue. Pero no solo de Colombia, sino del mundo de los mortales. Se marchó irremediablemente, y lo hizo en compañía de Pili. Pero esta vez su voluntad poco jugó para decidir sobre el último viaje emprendido. Hay actitudes humanas en las que la vida pareciera no valer nada. Hay humanos que deciden sobre la libertad, sobre la felicidad, sobre el destino, sobre los sentimientos de otros, creyéndose seres superiores, cuando en realidad son piltrafas. Pero ya los años y los recuerdos de eventos tras eventos nos sacan callo, y entendemos simplemente que la vida es lo más frágil que tenemos, que el mundo en que nos tocó vivir es así, y que lo importante, lo verdaderamente importante, es respirar con disfrute hoy cada gramo de oxígeno que entra por nuestro cuerpo, valorar hoy cada gota de sangre que corre por nuestras venas sin derramarse, y dar hoy amor, a más no poder, a quienes nos rodean. Mañana puede ser tarde.